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VISITA AL CEIP LAS MERCEDES DE MALA

 

 (HARÍA-LANZAROTE)

 

Susana Sánchez Flores

Doctora en Sociología

Profesora Titular Universidad de Valencia

 

Durante mi estancia en Lanzarote para conocer proyectos de desarrollo local en el ámbito rural y protagonizado por mujeres mi objetivo se dirigió hacia el Centro Educativo Las Mercedes de Mala. Quería conocer cómo desde la escuela unitaria se había gestado un proyecto socioeconómico y sostenible en el ámbito rural: “El rescate del cultivo de la cochinilla”.

 

De la mano de su principal promotora, la Directora del Centro Escolar, Dña. Sebastiana Perera (Chana), me recibieron a primera hora de la mañana en las instalaciones de la escuela el día 29 de enero de 2007. Allí esperaba encontrar mayor información sobre el proyecto y encontré no solo eso, sino la calidad humana y entusiasta que ha constituido la semilla del proyecto. La Directora me situó en el origen, la evolución, el estado actual del cultivo de la cochinilla en Lanzarote, los objetivos del proyecto y las expectativas, todas bien fundadas, que el mismo ha generado. Me transmitió cómo la comunidad en su conjunto ha trabajado para que el pueblo recupere el entusiasmo en la cochinilla como elemento cardinal  del futuro desarrollo económico y social de la zona.

 

La Directora me brindó la inestimable oportunidad de que conociese en primera persona a las y los artífices de “Una empresa en mi escuela”. Con una gran confianza depositada en el grupo, la Directora me presentó al colectivo protagonista más joven de esta experiencia: las niñas y niños de la escuela Las Mercedes de Mala. Aunque en un principio respondían tímidamente a mis preguntas, como es normal ante una persona desconocida, con el transcurso de los minutos me introdujeron paso a paso en sus conquistas desde los inicios del proyecto. Me explicaron cómo montaron su propia cooperativa llamada Carmilán, cómo acudieron a las diversas instancias para formalizar su constitución, quienes fueron sus las personalidades con las que se entrevistaron y. el trabajo en equipo que habían realizado. Les felicité por la consecución de sus metas y por toda la labor que estaban haciendo, especialmente destaqué que tuvieran una presidenta a la cabeza de la Cooperativa. Demostraron las capacidades que habían adquirido explicando qué cargos ocupaba cada quien en la Cooperativa, incluso manejaban con soltura el contenido de sus estatutos al preguntarles si tenían previsto la participación, como en mi caso, de personas que quisieran apoyarles de alguna manera en la Cooperativa.

 

También hablamos de sus planes de futuro y de cómo pensaban que iba a continuar su proyecto. Algunos expresaron que el día de mañana podrían trabajar en el entorno a la cochinilla. Cada uno explicaba lo que más les atraía del proyecto y vimos que había sitio para todas y todos. Estaban satisfechos porque se sentían protagonistas de su empresa, una empresa creada a su medida. La Directora ha sabido despertarles la curiosidad desde un enfoque integrador, guiado por la cochinilla, que ha sabido aplicar a todas las materias en la programación de su curricula. Quizá por su edad no valoren todavía en todas sus dimensiones las inmejorables condiciones que tienen a su favor al disponer de un completo ecosistema en el que practicar, bien apoyado institucionalmente. Del entusiasmo que me transmitieron comprobé, in situ, uno de los puntales más sólidos en el desarrollo rural y en el trabajo comunitario: sus participantes creen en el proyecto de la cochinilla y lo viven como propio.

 

Debido al interés por ambas partes, días más tarde, convenimos una nueva visita al centro escolar. En esta ocasión teníamos el acompañamiento técnico de Martín Robayna quien realizó una inapreciable aportación elaborando el material gráfico de la visita. Fue entonces cuando tuve la oportunidad de adentrarme en las instalaciones del laboratorio donde se elaboran los productos derivados de la cochinilla, así como la huerta en la que la comunidad escolar ha plantado las tuneras con la colaboración de agricultores, madres, padres y profesorado. Está situada en el patio de la escuela con lo que pueden experimentar día a día los progresos de su propio cultivo en su ciclo completo.

 

En el laboratorio los microscopios, cubetas, envases y otros enseres envolvían el principal elemento: la cochinilla. Tanto entera como en polvo tenía un discreto aspecto que encubría toda su fuerza y potencial. En el laboratorio el colorido era constante, tonos más vivos y más suaves decoraban la sala en forma de murales, dibujos y paneles explicativos. Entre los productos destacaban los originales grabados elaborados con cochinilla que mostraban artísticos motivos propios de la isla; el magnífico telar donde exponían las pulseras teñidas con el rojizo color producto elaborado por los jóvenes cooperativistas; y la ropa confeccionada siempre a base de tejidos naturales y con una inimaginable gama de rosados. Aprecié un laboratorio vivo, espacio de encuentro y en uso permanente, disfrutado por los escolares y participantes de los talleres.

 

Por lo que pude comprobar el rescate de la cochinilla está siendo un camino largo pero seguro en el desarrollo local, ya que se han planificado iniciativas que con el paso del tiempo se consolidarán, como el Centro de Interpretación y transformación, el Museo o la Ruta de la Cochinilla. Ideas magníficas de gran valor cultural, educativo, social, económico y medioambiental que a medio y largo plazo serán el orgullo no solo de Mala y Guatiza, sino de todo Lanzarote y del conjunto del país. La supervivencia de la cochinilla está más que asegurada, no solo porque forma parte de la idiosincrasia del lugar, está pensado con equilibrio y es limpio, sino porque toda la comunidad está implicada y está preparado el relevo generacional.

 

 

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